Aquella quesería estaba ambientada al más
puro estilo francés, al atravesar sus puertas tuve la sensación de adentrarme
en el pasado. Las lámparas, las fotos, la música, la iluminación, recordaban al
París de los años 50, el París de artistas e intelectuales,
de la moda y el glamour. Era un lugar pequeño, dispuesto a
albergar parejas de enamorados que aún no han conocido la otra cara del amor. Ocupamos
una mesa adaptada a cinco comensales, en clara desarmonía con el resto de mesas
de dos que intercambiaban miradas de complicidad y dulces palabras. Al fondo,
en uno de los rincones más bellos del local se encontraba sentado un señor de
edad avanzada que alargaba el brazo acariciando el rostro del recuerdo que lo
acompañaba.
Susurrando, por miedo a romper la magia
que envolvía la estancia, les dije a Alicia, Mª Carmen, Elena y Teresa, ¿veis aquél
señor que está sentado bajo las fotos del pianista y la diseñadora? Las cuatro
volvieron la cabeza hacia el lugar, es Frederic Harpigny uno de los mejores
pianistas del siglo pasado, su historia es apasionante, al tiempo que
inquietante, de forma instintiva las cinco amigas se echaron hacia delante con la
expectación propia de quién está preparado para albergar un secreto. Mi abuela
Marcela fue testigo de cómo algunas cosas son más fuertes que el ser humano.
Aquella noche salió al escenario con aire
indiferente, ajeno a los aplausos de las cientos de personas que llenaban el
teatro, hizo un gesto con las manos indicando silencio, se sentó al piano y
comenzó a interpretar la Balada nº 1 op. 23 de Chopin, que enlazó con el Tercer
movimiento de la Sonata Patética de Beethoven continuando con el Segundo
movimiento del concierto para piano en Sol Mayor de Ravel. Estaba ebrio de
música, sus dedos volaban con maestría por las teclas del piano en una
interpretación sublime, cuando sonó la última nota del Nocturno Op 33 de Fauré
se puso en pie, durante unos segundos el silencio invadió el teatro, el público
extasiado rompió en un clamor de aplausos ensordecedor, la gente se levantaba
de sus butacas, Frederic se sintió abrumado e hizo amago de retirarse pero las
ovaciones se sucedían impidiendo que lo hiciera.
Al día siguiente los titulares de prensa
y la crítica eran unánimes, El Maestro ha vuelto, Gloria al Maestro, se detuvo
ante un titular que por diferente llamó su atención, en grandes letras negras
se podía leer ‘La resurrección de una leyenda’, estaba firmado por Marcela
Fuentes y comenzaba diciendo "Algunas personas no saben recomponer su
afectividad y a consecuencia de ello, llevan una vida errante, rota, sin
brújula, que les acarrea más sinsabores que alegría, ésta ha sido la tragedia
de una de las mayores leyendas del piano, un virtuoso de los últimos tiempos
que tras cinco años de silencio anoche volvía a los escenarios, distante e
indiferente con el público pero en una simbiosis perfecta con el piano, su
negativa a conceder entrevistas nos deja sin respuestas, ¿dónde ha estado estos
cinco años?"
A Frederic le molestó sobremanera que la
tal Marcela Fuentes se inmiscuyera en su vida ¿Quién era ella para juzgarlo?
¿Qué sabía de su afectividad o de su vida?, dobló el periódico por la mitad y
lo soltó sobre la mesa, cogió la taza de café entre las manos le dio un sorbo y
mirando al infinito su mente retrocedió cinco años atrás para traer al presente
su cuerpo bañado en agua teñida de un rojo intenso, había derramado la vida por
sus venas y yacía inerte, pálida, serena.
En el suelo una nota, “Mi mayor temor
siempre fue perder el juicio, quizás porque de algún modo sabía que el destino
me lo tenía reservado, antes de que el entendimiento me lo impida te digo adiós
Amor”.
Creyó enloquecer de dolor, la rabia
atenazaba sus dedos impidiendo que pudiera tocar el piano y terminaba por
aporrear sus teclas con desesperación, mi dulce ángel, mi amor, gritaba.
Canceló los conciertos contratados lo que provocó que se sucedieran todo tipo
de rumores acerca del fin de su carrera, incluso se llegó a especular con que
fuera el causante del suicidio de su esposa. Frederic no quiso conceder
entrevistas, ni ver, ni hablar con nadie, pasaba los días encerrado entre
aquellas paredes donde estaba ella, su perfume, su barra de labios, su ropa, su
colección de zapatos y sombreros, sentía que debía permanecer allí porque en
cualquier momento podía volver y no encontrarlo. Cuando su mánager preocupado
irrumpió en su casa se sobresaltó, Fréderic se encontraba en un estado
lamentable, desaseado, demacrado, con los ojos hundidos, balbuceaba palabras
incoherentes, le preparó una sopa de sobre que encontró en un armario de la
cocina y después de que se la hubiera tomado lo ayudó a asearse. Ahora vamos a
hacer la maleta le dijo, nos vamos de aquí, Frederic lo miró con cara de niño
asustado, los ojos llenos de lágrimas, pero no dijo nada.
Sabía que había sido salvado de su propia
irrealidad y que la realidad se cernía en su cabeza amenazante, cruel,
inescrutable. Recordó aquella frase de película que ella siempre le repetía 'sé
tan grande en tus actos como en tus pensamientos' y después añadía 'todo el
mundo trata de realizar algo grande, sin darse cuenta de que la vida se compone
de cosas pequeñas', esbozó una sonrisa al darse cuenta de que a pesar de ser un
recuerdo a su mente afloraba su misma respuesta, 'en qué quedamos, ¿tengo que
ser grande en mis actos o hacer cosas pequeñas?', sabes bien lo que quiero
decir, había replicado ella y Fréderic atrayéndola hacia sí, besó repetidas
veces sus labios diciendo, ¿son suficientemente pequeños estos besos? Tan
pequeños como tu gran acto de amor, respondió ella. Recordando este pasaje
Frederic se contemplo así mismo sonriendo por primera vez en mucho tiempo, se
dio cuenta de que no le dolía el recuerdo, de que una vez más ella tenía razón,
en su mente siempre habitaría la mujer inteligente, amante y compañera que
había sido, no cabría un recuerdo lastimoso por la pérdida de raciocinio al que
estaba abocada, sintió que sería posible convivir con sus negros pensamientos,
todo se reducía a un equilibrio de colores, en su cabeza brotó la melodía rota
que lo había atrapado y entendió porque sus dedos habían vuelto a acariciar las
teclas del piano que con su dolor había maltratado.
El timbre del teléfono lo sobresaltó
desvaneciendo sus pensamientos, se apresuró a descolgar, más porque se acallara
que por deseo de contestar, apenas hubo descolgado una voz exultante gritaba al
otro lado, éxito clamoroso querido Frederic ¡’Gloria al Maestro’! ¿Has leído la
prensa? Mi teléfono no para de sonar, ya he cerrado tres conciertos para el mes
de… Si, si, tranquilízate y dime ¿quién es Marcela Fuentes? Por favor Frederic
no hagas caso de la prensa sensacionalista, disfruta del éxito, ¿me vas a
contestar? Marcela no es más que una periodista entrometida ya sabes cómo son
estas cosas.
No, no sé como son estas cosas ni que me
estas ocultando, pero parece que tú la conoces bien, dime, ¿estoy en lo cierto?
Marcela es una periodista especializada
en música, su amor por ella la llevó a estudiar musicología, le apasiona el
piano y siente una gran admiración por ti. Durante estos cinco años ha sido la
única persona de los medios de comunicación que se ha interesado por saber que
era de tu vida, su insistencia en que le concedieras una entrevista y su
interés me llevaron a reunirme con ella en alguna que otra ocasión, nunca te
comenté nada porque sabía que no querías trato con la prensa, te puedo asegurar
que Marcela no pretende perjudicarte ni remover viejas heridas, yo…
Frederic lo interrumpió, ¿pero no acabas
de decir que no haga caso de la prensa sensacionalista y que es una
entrometida? no es cierto, Marcela es una reputada periodista y entendida
musical que estaría encantada de hacer un reportaje sobre tu trayectoria
profesional, no haría mención a temas personales si tu no lo quieres, su
respeto hacia tu intimidad está por encima de cualquier otra cuestión.
Tras un silencio incómodo que duro varios
segundos Frederic dijo: está bien, si es tan importante para ti accedo a una
primera entrevista con Marcela Fuentes y, si es tal y como tú dices, pensaré lo
del reportaje. Tráela mañana a las 12h al estudio.
¡Gracias! Hoy es un día ¡maravilloso!
Lo que tú digas. Adiós
Al día siguiente, Marcela Fuentes se
presentó a las 12 en punto en el estudio, Frederic interpretaba el Adagio,
Concierto nº 3 en D menor BWV 974 de Bach, se quedó bajo el quicio de la puerta
escuchando aquella dulce melodía, la emoción la embargó por completo, el
lamento de las notas del piano era conmovedor.
Srta. Fuentes ¡está Ud. aquí!, si,
escuché la música y
Adelante, adelante, le indicó el mánager,
Fréderic se detuvo al escuchar sus voces poniéndose inmediatamente en pie,
cuando llegaron a su altura le tendió la mano, Srta. Fuentes, ella tardó en
reaccionar y justo cuando Frederic estaba a punto de retirar la mano se la
tendió, perdón todavía estoy conmocionada.
Vamos, sentémonos allí, bueno explíqueme,
¿qué le ha causado esa conmoción?, ¿bromea? Estaba pensando la música, como
usted debe saber bien, cuando se estudia la música, los manuscritos, los
trabajos de los compositores, sus biografías, la relación entre la palabra y la
música y entre la música y la sociedad, se aprende a pensar la música.
Basch realizó 22 transcripciones para
teclado de conciertos compuestos por autores italianos y alemanes, las razones
que lo motivaron no están claras, pero las virtudes educativas de ese
procedimiento son indudables. La cantabilidad y claridad rítmica del Concierto
BWV 974 se mantuvo intacta en esta transcripción pianística.
- Me asombra usted, no es habitual que
nadie me hable de música, hacía mucho tiempo que no escuchaba la expresión
‘pensar la música’, lo ha definido a la perfección.
Marcela esbozó una sonrisa de
complacencia e inmediatamente lanzó una pregunta evitando que Frederic dominara
la situación.
Y dígame ¿cómo se sintió en su primer
concierto después de cinco años de inactividad?
-Frederic no estaba dispuesto a ponérselo
fácil
Creo que no está usted bien informada, he
estado cinco años sin dar conciertos pero no inactivo.
Marcela carraspeó, claro, me refería a
enfrentarse al público después de tanto tiempo.
-Mire, el público está en su sitio y yo
en el mío, por tanto, no existe enfrentamiento.
¿Cómo ha vivido estos cinco años de
aislamiento?
-¿Pero de dónde saca esas afirmaciones?
no he estado aislado sino apartado de la vida pública, comprenderá que no es lo
mismo.
¿Dígame, que le ha traído de vuelta a los
escenarios?
- Sin duda, la incansable insistencia de
mi amigo y mánager, al que usted bien conoce, Mauricio Salvatierra.
¿Qué proyectos tiene?, ¿Ha vuelto a
componer?
-Bueno, en el mes de octubre comenzaré
una gira por Europa que me mantendrá bastante ocupado. En cuanto a componer, no
más que una melodía rota.
¿Cuándo podremos escuchar esa melodía?
- No llegará a interpretarse para el
público
¿Pero como dice eso? ¡No puede privarnos
de esa obra!
Frederic esbozó una sonrisa, puedo
señorita Fuentes, puedo. Un instante de gozo
del corazón vale más que dos horas de placer de los sentidos, recuerde
eso Srta. Fuentes, le dijo Frederic mientras se ponía en pie y le tendía la
mano.
Ha sido usted muy amable concediéndome
esta entrevista Sr. Harpigny.
Ha supuesto una grata sorpresa para mí
que fuera usted musicóloga, un placer señorita Fuentes. El Sr. Salvatierra la
acompañará.
Mauricio acompañó a Marcela a la salida,
en cuanto se quedaron a solas le preguntó por esa melodía rota que había
compuesto Frederic. Mauricio se sintió molesto, ¿acaso no entiendes? sí, claro
yo creí que… Demasiado condescendiente ha sido contigo y tu afectividad.
Marcela rió, creo que le he causado una grata impresión, espero noticias. Ciao.
Mauricio regresó con Frederic ¿qué te ha
parecido Marcela?, tenías razón, ha encajado con profesionalidad mis envites y
en todo momento ha sido correcta sin entrar en lo personal, ha demostrado
inteligencia y además ¡ama la música!. Muy completa la señorita Fuentes.
Mauricio sonrió, si, muy completa.
Marcela había salido exultante, se
encaminó a toda prisa a la redacción del periódico para pergeñar la entrevista,
al salir del ascensor chocó con Abby, ¡Marcela! te estaba buscando, toma las
llaves de casa, salgo a cubrir el accidente del bus, nos vemos luego,
-llevaré un buen vino para celebrar mi primera
noche-,
¡genial!.
Marcela estaba de obras, la rotura de una
tubería le había inundado el apartamento, Abby le había propuesto que se
quedara con ella, se conocían algo más de siete años, el mismo tiempo que
llevaban trabajando en la redacción, desde el primer momento habían congeniado
muy bien, lo que las llevó a ser buenas amigas.
Cuando Abby llegó a casa, Marcela estaba
en la cocina salteando unas espinacas con pasas, ¿qué es eso? que bien huele,
pero no entiendo como tienes ganas de cocinar después del día que hemos tenido,
yo soy más práctica he traído pizza. Cocinar me relaja y además me gusta,
respondió Marcela. ¡Maravilloso! yo lo odio, ambas rieron con ganas y se sirvieron
una copa de vino.
Dieron buena cuenta de las espinacas y la
pizza charlando animosamente, casi habían acabado la segunda botella de vino
cuando Marcela dijo: Abby creo que deberíamos irnos a dormir estoy oyendo un
piano en mi cabeza.
Yo también lo oigo y no estoy en tu
cabeza,
¿De verdad?,
Ven, te enseñaré algo, ¿ves aquella
ventana? la de la casa del fondo.
Si
Pues ahí está tu piano
Abby estas borracha, no hay luz en esa
ventana
Siempre toca a oscuras
No me lo creo,
Espera y verás
Cuando hubo terminado la pieza pudieron
distinguir la incandescencia de un cigarrillo.
¿Lo ves?
Y ¿quién es ese hombre misterioso?
¿Qué te hace suponer que sea un hombre?
Yo, no lo sé, lo he dado por supuesto
Durante el día es como si nadie habitara
la casa pero cuando llega la madrugada los quejidos del piano irrumpen en la
noche como una pesadilla en el sueño, el lamento de las notas del piano te
atraen como el Falutista de Hamelín a las ratas.
Pero que cosas dices
Ya lo comprobaras, vamos a dormir.
Si.
Marcela se metió en la cama pensando en
el pianista misterioso, en su mente somnolienta brotaron las últimas palabras
que Fréderic le había dicho y entre lo uno y lo otro en su sueño se mezclaron
los desvelos de madrugada del pianista misterioso y el reflejo de lo que
habitaba en su corazón.
Cuando despertó a la mañana siguiente
estaba un poco aturdida, el inconfundible aroma del café la llevó hasta la
cocina donde Abby cantaba a duo, La Bohème, con Charles Aznavour al tiempo que
preparaba unas tostadas.
¡Buenos días dormilona!, antes de que
Marcela contestara ya le había puesto una taza de café debajo de la nariz.
Marcela aspiró con fuerza su aroma, buenos
días Abby, ¿ya arreglada?
Sí, tengo que pasar por el hospital antes
de ir a la redacción para ver cómo evolucionan los heridos del accidente de
ayer, me voy pitando, nos vemos allí.
Vale, conduce con cuidado.
Marcela terminó de beber su café junto a
la ventana, su mirada instintivamente buscó la ventana del pianista. Cuando
alcanzó la calle, dudó por un momento pero, su curiosidad la llevó a husmear
por los alrededores de la casa, los cristales acumulaban la suciedad de lluvias
y polvo pasados, la cancela de la entrada estaba oxidada y las adelfas crecían
silvestres en la parte trasera, era una casa triste, sin vida, abandonada.
Sonrió al recordar el piano que sonaba en su cabeza y no volvió a pensar en
ello.
A media mañana recibió una llamada de
Mauricio Salvatierra dando luz verde al reportaje sobre Frederic Harpigny.
Estaba pletórica y deseosa de iniciar la investigación,
sabía que tenía un arduo trabajo por delante y que debía ser muy cauta si
quería que se publicara.
El móvil comenzó a vibrar sobre la mesa, era
Abby.
-Dime Abby
-Marcela no me esperes esta noche me
envían a Santander por el homenaje a los fallecidos.
-Vale, ten mucho cuidado y que vaya bien.
Ciao
-Ciao
Marcela llegó a casa exhausta, se dio un
baño, se preparó un sándwich y encendió la televisión, no había nada
interesante, por lo que, mientras parloteaban en la pantalla cogió el portátil
y se introdujo en la Hemeroteca de la Biblioteca
Universal y Mundial en busca de noticias sobre Frederic Harpigny.
Descargó todo lo que encontró,
conciertos, premios, fotografías, reseñas de obras publicadas…, ahora comenzaba
la tarea más tediosa, clasificar, contrastar, verificar y comenzar a redactar,
lo que le llevaría bastante tiempo.
Empezó por ojear las fotografías, amplió
una de la recepción en la embajada francesa que se celebró unos diez años atrás
cuando le fue otorgado el premio francés a la música clásica, junto a él había una
mujer morena, esbelta y elegante, buscó la reseña a pié de foto, “el premiado
compositor Frederic Harpingny junto a su esposa la diseñadora Margarite Callot “,
sus ojos volvieron a posarse en ella, era una mujer extremadamente bella.
Fue clasificando las fotos por años,
Margarite aparecía junto a Frederic en todas las galas, conciertos, premios,
pero dejó de aparecer un año antes de su muerte. Colocó en mosaico y por fechas
las fotos de los dos últimos años de aparición pública de Margarite, su mirada
era triste y distraída, su aspecto más descuidado.
Se
quedó contemplando aquellas fotos e imaginando historias de lo que le pudo
haber sucedido. El lamento de un piano la despertó, miró el reloj, las cuatro
de la madrugada, se había quedado dormida en el sofá y apenas podía mover el
cuello por la postura, el piano seguía con su lamento rompiendo el silencio, se
acercó a la ventana, sin pensarlo dos veces corrió escaleras abajo, cruzó la
calle, abrió la cancela oxidada y aplastó la nariz contra el cristal de la
ventana, el piano seguía lamentándose, pero allí no se veía nada.
Se quedó de pie frente a aquella ventana
hasta que sonó la última nota del piano, en la oscuridad, la incandescencia de
un cigarrillo alumbró ligeramente el interior, acercó la cara de nuevo al
cristal sin divisar nada, a su espalda la cancela de la puerta golpeo contra la
verja a la vez que producía un desagradable chirrido, dejó escapar un grito, la
brisa rodeó su cuerpo y un estremecimiento le erizó el vello. Salió corriendo
de allí y no se detuvo hasta que hubo cerrado la puerta de casa tras ella.
Al día siguiente, le contó lo ocurrido a
Abby
-¿Y no viste a nadie?
-No, la incandescencia del cigarrillo
parecía flotar en el aire
- Esta noche pienso colarme en la casa
- ¡Voy contigo!, dijo Abby
Cuando el piano comenzó a sonar se
aprovisionaron de linternas y se dirigieron hacia la casa, la cancela estaba
entreabierta, al empujarla se produjo un desagradable chirrido, por lo que
entraron de costado evitando hacer ruido. Marcela le hizo señas a Abby para que
la siguiera a la parte trasera de la casa, el día anterior había visto una
ventana que sería fácil abrir.
Se metió la mano en el bolsillo y sacó
una cucharilla de café, con la parte trasera a modo de palanca manipuló el
cierre de la ventana y ésta se abrió.
¿Dónde has aprendido eso?
Ya te lo contaré, vamos dentro.
Encendieron las linternas y fueron
orientándose con el sonido de la música, cuando estuvieron a la altura de la
estancia las apagaron y avanzaron despacio hacia el interior. Las notas que
brotaban del piano amortiguaban las pisadas en la madera que gruñía bajo sus
pies, era un salón amplio, sus miradas se dirigieron instintivamente hacia la
ventana, en ese momento la melodía cesó y comenzó a sonar el Requiem de Mozart,
Abby se estremeció y encendió la linterna, un haz de luz recorrió el salón, no
había nadie, junto a la ventana una sábana cubría lo que por la forma parecía
un piano ¿de dónde sale la música? no lo sé, dijo Marcela, sigamos buscando.
Fueron recorriendo estancia tras estancia
mientras se escuchaba la interpretación al piano del Réquiem, entraron en una
habitación amplia, al fondo había un vestidor que daba paso a un baño, cuando comenzaron a cruzarlo el canto fúnebre
empezó a sonar con mayor potencia expresiva, la puerta del baño se cerró
bruscamente provocando el sobresalto de ambas que dejaron escapar un grito.
Abby, salgamos de aquí, ahora lo
entiendo, el arranque, en un tristísimo
Re menor nos traslada a un limbo palpitante, lleno de claroscuros
sobrenaturales, el empleo del contrapunto y el estilo fugado
significan la inexorabilidad de la muerte, el Réquiem de Mozart se ofrece como
una superación de la materia pasional, ¿no lo ves?
-Marcela no entiendo nada de lo que dices
Según la leyenda, Mozart compuso el
Réquiem con la idea de que se trataba de su propio Réquiem encargado por un
mensajero de la muerte.
- ¿Y qué tiene que ver eso con nosotras? ¿Quieres
decir que vamos a morir? desde hace rato tengo la sensación de que nos vigilan y
el miedo empieza a brotarme por todos los poros de mi cuerpo, no sé si en Re
menor o mayor pero corre, salgamos.
Saltaron por la ventana por la que habían
entrado mientras eran perseguidas por un Réquiem inquisidor, atravesaron la
cancela del jardín a toda prisa y justo en ese preciso instante comenzó a sonar
el Adagio in G Menor de Albinoni, una de las más hermosas melodías que se han compuesto.
Al llegar a casa estaban tan excitadas
que no podían pensar, eran las cinco de la madrugada y sería imposible dormir,
Marcela se dirigió a la cocina y se puso a hacer tortitas y a fundir chocolate
mientras Abby sentada a la mesa de la cocina, improvisaba disparatadas
explicaciones sobre lo acontecido.
Sorbieron el chocolate caliente y
comieron las tortitas en silencio. Tenemos que averiguar quien vivía en esa
casa Marcela.
Marcela seguía absorta en sus
pensamientos sin prestar atención a lo que Abby decía.
¿Qué te pasa?, ¿por qué no dices nada?
La persona que vivía en esa casa sigue
ahí esperando que él interprete su melodía rota.
Marcela esta noche dices cosas muy raras
Abby ¿no te das cuenta?, nada es casual, la
música de madrugada, que al parecer solo oímos nosotras, la entrevista a
Frederic, que yo esté en tu casa, ¡nada!.
-Marcela explícate mejor, por favor,
empiezo a pensar que estás perdiendo la cabeza.
Margarite Callot, es la clave.
-¿Quién es Margarite?, ¿quieres
explicarme que está pasando?
Todavía no puedo, debo hacer algunas
averiguaciones primero.
Abby protestó pero de nada le sirvió su
insistencia.
Marcela estaba inquieta, en su mente,
había formado un puzle cuyas piezas comenzaba a encajar. Salió muy temprano de
casa y se dirigió a la cafetería ‘Entredós’ frente a la facultad, sabía que
allí encontraría a su profesor de Patrimonio Musical.
-¡Marcela! qué alegría verte, ¿qué te
trae por aquí?, porque no creo que hayas venido por el gusto de saludarme, las
periodistas siempre vais detrás de algo.
Profesor Méndez, tan directo y madrugador
como siempre, me alegro de verte. Vamos, sentémonos donde podamos conversar sin
interrupciones.
-No irás a pedirme noviazgo bromeo el
profesor
Hoy no, quizás otro día, replico Marcela
divertida
Se sentaron a una mesa alejada de la
barra y pidieron dos desayunos de la casa.
¿Y bien? ¿Qué pasa Marcela? Te noto
nerviosa
Profesor Méndez, no sé cómo decirle esto,
usted es amigo de Frederic Harpigny desde hace muchos años, necesito que
-Para Marcela, si lo que buscas es que
interceda por ti para una entrevista, no lo haré, deberías saberlo.
No es eso, ya lo he entrevistado.
- ¿Cómo? ¿De verdad has entrevistado a Fréderic?
Si, si y en estos momento estoy
recopilando información para hacer un reportaje sobre él.
- Ja, ja, ja, ja, no me lo puedo creer y
dime ¿cómo está ese ermitaño?
De espaldas al mundo, comentó Marcela.
Profesor Méndez necesito que me cuente
todo lo que sepa sobre la muerte de Margarite Callot.
-¡Marcela! siempre te he considerado una
profesional, incluso me he jactado orgulloso de nuestra amistad ante mis
amigos, me produce una gran decepción que vayas detrás de la desgracia de otros
para obtener un triunfo personal, ¿crees de verdad que ese tipo de información
encaja en un reportaje sobre un gran compositor como es Frederic?
Marcela fijo su mirada en el profesor
Méndez, ¿cómo puedes pensar siquiera que haría algo así?, su voz sonó quebrada
y dolida
- Marcela discúlpame, explícate, por
favor
Marcela comenzó a relatar todo lo que
había acontecido, que se había desplazado por unos días a casa de una compañera,
que de madrugaba se escuchaba la melodía de un piano, que se habían colado en
la casa abandonada por una ventana, que el réquiem las perseguía, etc, etc,
supongo que ahora me dirás que he perdido el juicio.
-¿Dónde vive esa amiga tuya?
En la Urbanización La Paz
-Marcela, creo que estas en lo cierto, la
lectura que haces del Réquiem es brillante el mensaje es claro, ¡Margarite
sigue allí!, es extraordinario.
Cuando Margarite se suicidó Frederic se
abandonó a su dolor encerrándose en aquella casa sin querer ver a nadie, era
incapaz de tocar una sola nota y aporreaba el piano con rabia y desesperación,
si Mauricio Salvatierra no lo hubiera sacado de allí, la locura se habría
apoderado de él. Me contaba el bueno de Mauricio que cuando salió las lágrimas
corrían por sus mejillas a borbotones, que se paró frente a la ventana como si
estuviera despidiéndose de ella y dijo: Perdona mi abandono amor pero, ¿cómo se puede abandonar
lo que no se tiene?.
Desde entonces Frederic, no ha vuelto a pisar
la casa, Mauricio le ha apuntado en
diversas ocasiones la conveniencia de retirar su piano Fazioli y traerlo
al estudio, pero la respuesta de Frederic siempre ha sido la misma; puedes
deshacerte de los muebles y los enseres de la casa pero déjale a Margarite el
piano, yo le enseñé a tocarlo.
¿Te das cuenta Marcela?, Frederic siempre
supo que Margarite habitaba la casa pero también que su amor lo volvería loco,
ahora puedo entender la ausencia de notas que encierra su melodía rota.
¿Conoces esa obra?
-No, nadie la conoce
¿Entonces, porque dices que la entiendes?
¿Cómo una composición puede carecer de notas?
-En una ocasión en que visité a Fréderic
hizo un comentario que me resultó bastante extraño. Cuando le pregunté en que
estaba trabajando me contestó que en una melodía rota, ¿Una melodía rota?
Repetí yo. A lo que él dijo con la mirada perdida, si amigo, la ausencia de
notas rompe la melodía.
¿Y qué es lo que entiendes? No te sigo
- Marcela, ¿no lo ves? la melodía se
rompe cuando falta la nota más importante en su vida, Margarite.
¡Claro!, por eso cuando lo entrevisté me
dijo que esa melodía nunca vería la luz
y cuando protesté me espetó: Un instante de gozo del corazón vale más
que dos horas de placer de los sentidos.
Profesor Méndez ¿está pensando lo mismo
que yo?
-Creo que sí Marcela, nada de esto es
casualidad.
Marcela y el profesor Méndez concertaron una
cita para esa misma tarde con Mauricio Salvatierra, a él no le extraño que
vinieran juntos pues sabía que Méndez había sido profesor de Marcela y les unía
una buena amistad, le pareció normal que siendo éste amigo íntimo de Frederic,
Marcela lo hubiera contactado.
Lo que si le extrañó, fue la insistencia
en que tenía que ser esa misma tarde por la urgencia del tema a tratar, no imaginaba
que querían de él, tan solo apuntaron que era un asunto relacionado con
Frederic.
Mauricio tomó asiento en la cafetería
donde se habían dado cita, como era su costumbre llegó con diez minutos de antelación,
la puntualidad para él era importante, siempre decía que a las personas se las
mide por su puntualidad en la vida, que es la mejor forma de saber el respeto
que nos tienen; en cierto modo no le faltaba razón.
A las cinco en punto Marcela y el
profesor Méndez entraban en la cafetería, Mauricio sentado a una mesa frente a
la puerta levantó la mano mientras se ponía en pie para recibirlos, ¡querida
Marcela! que bien acompañada vienes, Marcela risueña bromeo ¿conoces al
profesor Méndez? ambos se echaron a reír mientras se estrechaban la mano y se
palmeaban la espalda de forma afectuosa.
Pidieron unos cafés mientras charlaban de
cosas cotidianas, sin importancia, cuando el profesor Méndez con un tono de
incredulidad dijo, ya me ha contado
Marcela que Frederic le concedió una
entrevista y dime, Mauricio, ¿cómo lo conseguiste? -bueno, ya sabes lo reacio que es nuestro
amigo a la prensa pero creo que, de algún modo, el artículo que Marcela publicó
después del concierto fue un revulsivo que no sé si le produjo convulsión
interior o curiosidad, lo cierto es que, no se lo puso nada fácil.
- Ya lo creo que no, dijo Marcela, tuve
que morderme la lengua para no contestar sus improperios. Los tres rieron
animosamente.
- Vosotros diréis en que os puedo ayudar
No es fácil contar esto Mauricio, sabes
bien que ni Marcela ni yo nos atreveríamos a fantasear con algo que tuviera que
ver con Frederic pero por inverosímil que pueda parecer es real y está
ocurriendo y creemos que…, Méndez ¿quieres decirme que pasa de una vez?. Mejor
será que te cuente la historia desde el principio, interrumpió Marcela, comenzó
a relatar que una tubería de agua inundó su casa lo que provocó que se mudara a
casa de Abby, que de madrugada el piano sonaba y ella creía que estaba en su
cabeza pero Abby la había llevado a la ventana, que inspeccionó la casa
abandonada, que ella y Abby se colaron dentro que el Réquiem las perseguía que
habían salido corriendo… Marcela siguió explicando la interpretación de la
música y como el profesor Méndez había estado de acuerdo en su lectura. El
profesor tomo la palabra para seguir desarrollando la teoría que enlazó con la
melodía rota y las palabras de Frederic al abandonar la casa, tú mismo me lo
contaste ¿lo recuerdas?
-Mauricio tras un largo silencio alzó la
mirada, su semblante se había transformado visiblemente, sus facciones
mostraban rigidez, sus ojos habían perdido el brillo del encuentro, ¿no creéis
que ya ha sufrido bastante como para enredarlo en una historia de fantasmas?, ¿Habéis
perdido el juicio?
Lejos de achantarse o avergonzarse
Marcela se mostró firme en su teoría y creencia de que Frederic debía
despedirse de Margarite, ella no descansará hasta que él no lo haga, podemos
seguir ignorando lo evidente pero el corazón de Frederic seguirá constreñido en
el dolor de una ausencia que lo espera. Me gustaría estar equivocada, que nada
de esto fuera cierto, pero créeme si te digo que lo debo intentar aún a expensas de que me llames loca.
Una vez más, Méndez se apresuró a
reforzar las palabras de Marcela, la
actividad interactiva entre vivos y muertos no es muy común, pero en casos
donde la muerte ha sido traumática o la persona ha dejado un asunto sin
terminar suele ser el medio de comunicación para conectar con nosotros, ya
sabemos que no es compatible con las percepciones, las creencias y las
expectativas de lo que se espera de la realidad, pero ¿Cuáles son los
fundamentos de la estructura de la realidad, el sentido y la finalidad última
de cada ser? Nos asusta todo aquello que
desconocemos, todo aquello para lo que no encontramos explicación, pero el ser,
o el ente, es infinito y eterno.
Es en Frederic y en Margarite en quien pensamos, aunque no
lo quieras creer.
Está bien, concluyó Mauricio, en el fondo sé que estáis
en lo cierto aunque la razón me impida admitirlo pero no será fácil que
Frederic quiera escucharnos.
Los tres amigos convinieron organizar una
cena informal en casa de Mauricio, habían pensado que sería mejor hacerlo en un
sitio privado ya que no sabían cómo reaccionaría Frederic.
El día convenido había llegado, Marcela
estaba nerviosa pero sabía que debía intentarlo aunque Frederic se enfadara.
Llamó al timbre y casi de inmediato
Mauricio abrió la puerta, querida Marcela siempre es un placer verte, pasa,
pasa; Marcela tendió la mano entregando una bolsa con dos botellas de vino a
Mauricio, ¡que tenemos aquí!, Mas Borràs Pinot Noir 2010, un crianza de las
bodegas Torres, te quiero Marcela.
Mirad que nos ha traído nuestra adorable
Marcela, voy por unas copas. Brindaron por la amistad y el futuro mientras se
terminaba de hacer el solomillo Wellington con el que Mauricio los pretendía
sorprender.
Señores, pueden sentarse a la mesa, la
cena está lista.
¿Vaya, las señoritas no cenamos? Dijo
Marcela con ironía
Para ti, mi querida damisela, reservo el mejor
de los bocados y el sitio de honor. Mauricio se dirigió hacia el sillón donde
estaba sentada y le ofreció su brazo al tiempo que le decía: ¿haría Ud el favor
de acompañarme?
Será un placer
La llevó hasta la mesa y retiró su silla
para que tomara asiento, permítame.
Es Ud todo un caballero
Méndez y Frederic contemplaban la escena con diversión.
Dieron buena cuenta del solomillo
Wellintong, de la ensalada, del queso y de la segunda botella de vino mientras
discutían animadamente sobre que debía o no denominarse ‘música clásica’, El
profesor Méndez hizo una brillante exposición sobre como para la sociedad este
género englobaba toda la música no popular desde el barroco. Frederic mantenía
que la música clásica era un tipo de ‘música culta’ compuesta en el periodo clásico.
Marcela discrepó del término ‘culta’ por
entender que en el concepto moderno toda música es producto de una cultura
entendiéndose por ésta el conjunto de ideas, creencias religiosas, ciencias,
artes y costumbres que forman y caracterizan el estado social de un pueblo.
Mauricio no estuvo de acuerdo en aplicar
un concepto moderno a la música clásica a pesar de entender que la música académica
siempre ha sido influida por la música popular.
Para entender la música hay que saber
quién la compuso, en que época vivió, cual era la influencia político-social
del momento, además, hay que considerar cómo era el instrumento que se utilizó
en esa época y para el cual se escribió la obra, cómo leer los símbolos e
indicaciones, los ornamentos, etc., porque dependiendo de esto sabremos cómo
interpretar la música para que Bach suene diferente a Mozart, a Chopin, a
Debussy o a Bartók.
Así es, replicó Frederic, asintiendo
Méndez y Marcela con la cabeza, buena prueba de ello es el Réquiem de
Mozar dijo Marcela, si no conociéramos la historia que lo envuelve no
entenderíamos la intensidad de su composición.
No están claras las razones que motivaron
a Mozart para componer esta obra, dijo Frederic, pero según su propia esposa
estaba componiendo el réquiem para él mismo. La estructura de la obra es sin
duda extraordinaria, el Introitus representa la actitud perfecta ante la muerte,
su ritmo recuerda una marcha fúnebre. El Kyrie es una súplica desesperada de
compasión, misericordia, piedad. El salto duriusculus que hace la melodía a las
pocas notas de empezar expresa desesperanza, dolor y acaba la pieza con un
dubitatio, una cadencia amarga, agria, confusa. El Sequentia es el bloque que
anuncia el juicio final ante Dios, Mozart nos transmite una sensación de
angustia, terror, pánico. El Recordare, la melodía se inicia con el dulce
sonido de los cornos di bassetto, regalándonos una de las sensaciones más puras
que tiene el réquiem. En el Confutatis, destaca el giro melódico simbolizando
ira, indignación o venganza. La Lacrimosa, Mozart nos dibuja estas lágrimas con
la figura de suspiratio, los suspiros los
simboliza con las notas que va haciendo la cuerda de dos en dos, en esta
pieza justo en el compás 8 nos dejó para siempre.
Perdonad, que tonto soy, mi pasión por esta
magistral obra me supera y vosotros conocéis todos estos detalles tan bien como
yo.
-Es un lujo escuchar de tus labios como
se estructura la obra, haces que la melodía resuene en mi cabeza al tiempo que
la describes, dijo Marcela.
-Pero si no he desvelado nada que no
sepas, como buena musicóloga que eres todos esos detalles no te pasan
desapercibidos.
-Sí, pero la pasión que pones al hablar
de la obra se asemeja a una gran interpretación, es superferolítica.
-Quién lo diría de una persona que no
sabe recomponer su afectividad, ¿vedad Marcela?
Mauricio y Méndez rieron de buena gana al
tiempo que Marcela se ruborizaba y les lanzaba una mirada reprobatoria.
-Debo pedirte disculpas, Frederic, no
estuve acertada emitiendo un juicio de valor sin conocer la realidad en
profundidad, fue una torpeza imperdonable por mi parte, lo lamento
profundamente.
-Bueno, bueno, en cierta medida tu juicio
era acertado, pero jamás reconoceré haber dicho esto.
Todos rieron y levantaron sus copas para
brindar por la recomposición de la afectividad.
Marcela depositó su copa encima de la
mesa y miró a Frederic, debo decirte algo importante, algo que tiene que ver
con Margarite. Frederic palideció al escuchar el nombre de Margarite y clavó su
mirada en la de ella que se revolvió en la silla sintiéndose un poco acoquinada, rápidamente comenzó
a relatar todo lo que había sucedido desde que se rompiera la tubería de su
casa y se trasladara a casa de Abby.
Contó como el piano sonaba de madrugada,
como ellas habían entrado en la casa, como el Réquiem las había perseguido y se
había puesto furioso cuando intentaron entrar en un baño al final de un
vestidor, contó cómo habían tenido que salir corriendo asustadas e intimidades y
como interpretando los movimientos del Réquiem había entendido que se trataba
de un mensaje.
Fue en ese momento cuando empecé a
valorar que podía tratarse de tu casa, había
indicios suficientes para así pensarlo, me puse en contacto con el
profesor Méndez que me confirmo que estaba en lo cierto y tras contarle todo lo
sucedido estuvo de acuerdo en pensar que el Réquiem era un mensaje a
interpretar y que mi lectura era correcta.
Los ojos vidriosos de Frederic se fijaron en un infinito invisible,
hizo amago de decir algo pero se quedó callado mirando a la nada.
Mauricio, con el corazón constreñido, sintió
que éste pudiera recaer en la atonía. Escúchame Frederic, tu malhadada lucidez
se hace incapaz de coincidir con su propio yo condenándolo a una nostalgia que
lo enferma con su inmovilidad anclada en el pasado, ¿acaso no lo entiendes? en
el presente está lo inacabado y es ahí donde Margarite te ha estado empujando. Ella
no es más que una existencia fuera de compás que el presente no puede fijar,
que se pierde en la invisibilidad de los cinco años pasados, una existencia de
futuro errante y perdido en un limbo de ensueño y fantasía de un ser
evanescente.
Nosotros podemos cenar como esta noche,
alegrarnos o entristecernos, podemos disfrutar de un concierto, ver una buena
película o sumergirnos en la historia de un libro, podemos viajar, charlar, ir
a la playa, en definitiva hacer todo aquello que hacen los que están vivos,
porque ¿qué, sino eso, es la vida? ¿Acaso la muerte no es el precio que se paga
por haber vivido?
- La vida es distinta ahora, nunca
entenderé porque ella tuvo que morir y yo seguir viviendo, la muerte es la
muerte y nadie la entiende, no es más que una danza macabra con la vida ¿pero
sabes qué? amigo Mauricio, me falta valor para derramar mi sangre roja en el
agua tibia de una bañera, si no hubiera carecido de ese valor habría tomado mi
último baño como lo tomó ella. Si, Marcela, Margarite se suicidó en ese baño
donde pretendías entrar.
Ella era una mujer tremendamente vital,
le apasionada su trabajo, siempre decía que el buen diseño se caracteriza por
su buena usabilidad y no siempre por su originalidad o estética. Cuando le
preguntaban cual era el secreto para que sus diseños contaran con tan buena
aceptación por el público contestaba: observar, analizar al ser humano
descubriendo sus necesidades, evaluar, planear, proyectar, ver, construir y
ejecutar, ese es el secreto de todo diseñador.
Con su constancia y talento Margarite
había conseguido hacerse un hueco entre los mejores diseñadores de moda, su
colección de ropa urbana cada año superaba al anterior. El año que lanzó su
primera colección de complementos Margarite comenzó a tener trastornos de comportamiento,
al principio lo achacamos al estrés generado por la tensión de la nueva
colección, pero su humor comenzó a ser como una montaña rusa, igual estaba
presa de una gran excitación que se encontraba deprimida e indiferente.
Visitamos a doctores de España y Francia
pero todos coincidieron en el mismo diagnóstico Margarite padecía la enfermedad
del Pick, la pérdida del interés, el aislamiento, el descuido de sí misma eran
síntomas de una enfermedad que la devoraba desde dentro, los doctores nos dijeron
que avanzaba muy deprisa y que pronto perdería la memoria, la palabra, la
comprensión, el juicio, el raciocinio, el reconocimiento; era una aparición
precoz de síntomas de demencia.
A Margarite no le asustaba la muerte, lo
que realmente le asustaba era convertirse en un ser perdido, un ser sin juicio,
sin raciocinio, sin memoria, sin palabra, un ser sin ser del que todos se
compadecieran. Cuando los síntomas se fueron agudizando decidió que era el
momento de quitarse la vida antes de perder el raciocinio y convertirse en un
ser atrapado en la nada y postrado en una cama.
Aunque quisiera, no podría culparla, ella
tenía razón, a mi recuerdo siempre llega esa mujer arrolladora y vital, esa
mujer a la que tanto amé y sigo amando. Ella sabía que no aceptaría que se quitara la vida,
sabía que lo era todo para mí, que dejaría a un lado mi afamada carrera para
dedicar todo mi tiempo a cuidar de ella.
Cuando Margarite perdía la fluidez de las
palabras era yo quien las ponía en su boca, ella se daba cuenta de mi
sufrimiento al ver como se esforzaba por encontrar todo lo que se iba borrando
en su cabeza, no decía nada, tan solo me miraba y sonreía. Debí haber adivinado
que algo así pasaría, debí haber estado allí aquella noche en que ella insistió
en que diera aquel concierto pero, por otro lado, ¿no es egoísta querer retener
a alguien que acabará postrado en una cama sin conocerse ni conocerte?, me he
hecho esta pregunta muchas veces, tantas como me he culpado por dejarla sola
aquella noche pero al final he comprendido que a pesar de mi gran dolor, era
ese el momento en que debía morir. Se fue con la razón intacta para poder
arropar mi dolor, ahora lo sé, al igual que ella sabe que estoy listo para seguir
caminando hacia la muerte, espera mi adiós, un adiós de melodía rota que nos
pertenece a los dos. Sabía que no podría aplazar por mucho más tiempo este
momento, pero es tan duro dejarla ir de nuevo, me siento como un niño que queda
huérfano, desamparado, temía que si contaba que Margarite seguía aquí me
tomaríais por loco, pero ahora me doy cuenta de que Marcela tiene razón, nada
es casualidad, Margarite os ha traído hasta mi para que mi orfandad no lo sea.
Hace unos días tropecé con un libro que
Margarite había dejado sobre mi mesa de trabajo el día de su muerte, en él
había un separador con una leyenda de Aristóteles que decía “La amistad procura al hombre una ayuda frente al aislamiento”, el libro era
de Epicuro, lo abrí por donde apuntaba el separador, subrayado con lápiz rojo
se podía leer: “Sin amigos nadie
querría vivir, aunque poseyera los demás bienes, porque la prosperidad no sirve
de nada si se está privado de la posibilidad de hacer el bien, la cual se
ejercita, sobre todo, respecto de los amigos. Asimismo, en los infortunios se
considera a los amigos como único refugio.”
Estas cosas eran típicas de Margarite,
siempre tenía una frase para cada momento,
¿os dais cuenta? el amor es el impulso más poderoso que existe en el ser
humano, ella me conocía bien, sabía que la soledad interior que me provocaría
su falta me perdería en mi, en estos
últimos años me he preguntado, que clase de sensación es el olvido, tenía miedo
de olvidarla si la dejaba ir, sin duda, la falta de superación del sentimiento
de separación es propia de la existencia humana pero ahora sé, que se puede
llorar sin olvidarse de reír.
Los seres vivos interpretamos nuestro
propio concierto ¿pero que nos diferencia? podemos dudar de la existencia del
Espíritu, pero también podemos afirmar que la espiritualidad es consubstancial
al ser humano. Sin embargo, no hemos dudado de que Margarite estaba entre
nosotros, la lógica de la razón no ha sido capaz de desechar nuestro
pensamiento, ¿pero es una realidad o es lo que queremos creer? nos empeñamos en
buscar respuestas a las últimas preguntas de la vida y quizás la única
respuesta sea aquella que nos hace sentir bien sea realidad o ficción.
Me desconciertas, dijo Marcela, antes has
comentado que te daba miedo decirnos que Margarite seguía aquí y ahora insinúas
que todo es una proyección mental de lo que queremos creer, dime Frederic ¿cómo
puedes explicar el Réquiem y las melodías de madrugada?, ¿Me vas a decir que
todo ha sido una proyección de mi mente? En mi caso, no me unía ningún vínculo
con Margarite, es más, ni siquiera la conocía ¿qué explicación tienes para esto
Frederic?
- Querida Marcela, has relatado que en tu
primera noche en casa de Abby después de dar cuenta de una buena cena y dos
botellas de vino un piano sonaba en tu cabeza, ¿no es cierto?, Marcela asintió,
después has relatado que te quedaste dormida en el sofá y te despertó, ¿cómo
dijiste?, el lamento del piano, ¿fue así? Marcela volvió a asentir y que a la
noche siguiente tu compañera Abby y tu os introdujisteis por una ventana,
cometiendo un claro allanamiento de morada, dicho sea de paso, persiguiendo una
melodía que ante vuestra presencia se tornó en un Réquiem inquisidor, ¿me equivoco?
Marcela visiblemente ruborizada volvió a asentir.
La primera pregunta que me asalta es ¿por
qué se te ocurrió que aquella casa donde de madrugada sonaba un piano podía ser
la mía? El día que llegaste a casa de Abby fue el día en que por fin habías conseguido
hacerme una entrevista, el día en que te habías quedado consternada pensando la
música, las emociones vividas fueron muy intensas para ti, ¿me equivoco? –no,
no te equivocas-, estabas eufórica en una casa extraña y un tanto achispada
¿cómo podías saber si lo que estaba ocurriendo era verdad o por el contrario te
encontrabas en un mundo onírico producto de esas emociones vividas?.
Al día siguiente, el bueno de Mauricio te
dio luz verde para realizar un reportaje sobre Frederic Harpingny, por fin
veías hecho realidad uno de tus mayores deseos, no querías perder un minuto y
te pusiste a recopilar información, a curiosear por las fotografías públicas
que encontraste de Margarite y mías hasta quedar dormida entre ellas, ¿podrías
afirmar que lo vivido era realidad y no ficción sin temor a equivocarte? Y por
último ¿no se te antoja demasiado fantasiosa la idea de un Réquiem inquisidor?
Ahora os pregunto a todos, incluso a mí
mismo, ¿cómo podemos diferencia la realidad que vivimos con respecto a la
soñada? Si nos encontramos dentro de un sueño ¿cómo podemos saber que estamos
soñando cuando los personajes del sueño tienen vida propia? Los sueños pueden
llegar a ser tan reales que nos hacen confundir la realidad con la ficción.
-Sin duda, se apresuró a decir el
profesor Méndez, todo podría haber sido un sueño continuado producto de una
vivencia ansiada que se traduce en un reto profesional con la consiguiente
sobredosis de excitación y ansiedad que ello conlleva y que el subconsciente
libera en su sueño, pero por otro lado, hay una verdad incuestionable y real y
es el hecho de que tu casa está frente a la de Abby y ese dato Marcela lo
ignoraba cuando se instaló allí.
-Buena observación Méndez, confieso mi
reticencia a creer en fantasmas dijo Mauricio pero esta historia vivida o
soñada por Marcela ha resultado bastante creíble, las piezas han ido encajando
a la perfección buena prueba de ello es que estamos aquí esta noche.
- Estoy de acuerdo con vosotros, yo
afirmaría que todo lo vivido ha sido real, aunque el argumento de Frederic es
bastante defendible, pero ¿quién puede aseverar que si todo fue un sueño, no lo
fue dirigido por Margarite? Como bien dice Mauricio la realidad es que estamos
aquí, o ¿quizás no lo estamos y esto también es un sueño?
- ¿Comprendéis ahora que ninguno de
nosotros podemos afirmar la existencia de Margarite pero en contraposición
tampoco podemos negarla? Frederic levantó su copa, ¡por Margarite! ella, sin
importarle la incomprensión humana de los que aún estamos vivos ha sido capaz
de unirnos, ¿no es extraordinario? Alzaron sus copas con cierta consternación y
brindaron por Margarite.
Marcela permaneció en casa de Abby una
semana más, durante esa semana no escuchó el piano una sola noche, cuando se
disponía a marchar le preguntó a Abby si ella había escuchado de madrugada en
la casa de enfrente un piano. - Marcela ¿de qué demonios me estás hablando?- Yo, no, no es nada, es solo algo que soñé. –Y
que crees, ¿qué yo viví tu sueño?, ambas amigas rieron, claro, que tonta soy.
¿Pero entonces? ¿Margarite era un fantasma atrapado en la casa o no?
Preguntó María Carmen.
Algunos meses más tarde, después de que
se publicara el reportaje sobre la obra de Frederic Harpingny, Abby le contó a
mi abuela que una noche, en que llegó a casa de madrugada, escuchó la melodía
de un piano, era una melodía que impregnaba el aire de dulzura, sus notas se
dejaban mecer por la brisa que las empujaba de un lugar a otro. Abby se quedó
quieta sin poder moverse, como si la hubieran clavado al suelo, con la mirada
fija en la ventana de la casa que estaba frente a la suya, sin saber la razón
las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas pero, sin embargo, no era
tristeza lo que sentía, la música envolvía su cuerpo, sentía que levitaba, era
una sensación tan extraña como maravillosa.
¿Qué dijo tu abuela?
Marcela guardó silencio quedando atrapada
en sus pensamientos, ahora sabía que estaba en lo cierto y se preguntaba hasta cuándo
permanecería Margarite en aquella casa y si Frederic lo sabía.
Marcela, gritó Abby, ¿se puede saber que
estas pensando? dime una cosa Abby, ¿puedes saber, que no estabas soñando? No
hay diferencia en que todo sea un sueño o no lo sea. Marcela, ¿Por qué me haces esa pregunta? Sé
que no fue ningún sueño, yo estaba allí escuchando una melodía que me envolvía,
sintiendo la brisa en mi cara, era algo real, te lo aseguro. ¿Pero cómo puedes
estar segura? Pues de la misma manera que sé que ahora mismo estoy hablando
contigo ¿o me dirás también que esto es un sueño? No, no te lo diré, aunque
pensándolo bien, ¿quién pude afirmar que no lo es? Yo, yo puedo afirmar que no
lo es y que la melodía que me atrapó en plena calle tampoco lo fue.
Marcela se quedó pensando en las palabras
de Abby, la melodía que me atrapó, había dicho, como si se tratara de una
fuerza de increíble poder que no se puede ver, una fuente de imaginería musical
de rotura del tiempo hacia la desarmonía del ser que crea una ficción, una
ilusión en la mente, un lazo de conexión entre lo humano y lo divino, entre lo
terrenal y lo místico.
Marcela estaba eufórica, reía mientras
repetía una y otra vez eso es, eso es.
Marcela ¿te has vuelto loca? ¿Eso es, qué?
Marcela cogió a Abby de las manos y
mirándola a los ojos, con una gran sonrisa en su rostro, dijo: eso es, una
melodía rota.
¿Pero entonces?, si que estaba el
fantasma de Margarite en la casa, ¿no?
Preguntaron las amigas. ¿Podéis afirmar sin temor a equivocaros que en
este preciso momento no estáis soñando?
Veda Lontana
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