Se tumbada
entre los chopos y mirando al cielo pasaba horas contemplando el tintineo de las
hojas que parecían interpretar una melodía de colores, el viento las mecía de
un lado a otro y ellas dejándose vapulear se erguían sabedoras de su belleza.
Aquél
lugar era el refugio secreto de su nostalgia, el rincón de sus sueños
imposibles, por ello, cuando los pensamientos invadían su cabeza para estorbar
el momento, encendía su pequeño reproductor y dejaba que la voz de Bianca
Castafiore hiciera vibrar el temperamento de los robustos chopos recobrando,
de ese modo, la simbiosis perdida.
Aquella
tarde se levantó una brisa suave que se tornó violenta, las hojas de los chopos
comenzaron a agitarse con furia, el sol se replegó detrás de las nubes tiñendo
la tarde de un gris anodino, comenzaron a caer gruesas gotas de lluvia que
rebotaban juguetonas sobre las hojas de los chopos, allí tumbada contemplaba el
espectáculo hasta que comenzó a sentirse intimidada por la intensidad con la
que las gotas caían, se levantó y se echó su pequeña manta sobre la cabeza, el
aire olía a tierra mojada, aspiró con fuerza sintiendo como su cuerpo se embriagaba, extendió los brazos tirando de las puntas de la manta y empezó a
girar sobre si misma mirando al cielo, la lluvia empapaba su cuerpo pero ella
continuaba girando con la mirada en las infinitas copas de los chopos que se
movían amenazantes como si le estuvieran riñendo a las nubes, de repente oyó
gritar a su pensamiento ¿qué ha sido verdad en él?, ¿qué ha sido verdad en él?,
calló de rodillas exhausta al suelo mientras su pensamiento le repetía una y
otra vez ¿qué ha sido verdad en él?, ¿qué ha sido verdad en él?, observó su
pequeño reproductor ahogado por el agua y sujetándose la cabeza comenzó a vociferar
all’ alba vinceró, vinceró, vinceró…
Veda
Lontana
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